“Eran el pilar de mi vida, y ese pilar se había desmoronado. Estaba deprimido, me faltaba entusiasmo. Había perdido todo el amor por la vida“, declaraba Rafael Nadal, sobre la forma en que lo afectó la separación de sus padres en 2009.

Ese año, fue uno de los peores para Nadal también dentro de la cancha, que culminaría con su sorpresiva derrota en octavos de final en Roland Garros y su decisión de no defender su título en Wimbledon, inevitablemente  perdiendo su ranking no. 1.