El rostro de Novak Djokovic en la final de Wimbledon 2014 revelaba toda la carga emocional que tenía sobre sus hombros y lo que estaba en juego en este partido para el tenista serbio.

Algunas de estas cosas en juego resultan obvias-- Djokovic quería que no se le escapará otra final de Gran Slam ya que su archirival Rafael Nadal le había negado el coronarse en las últimas dos que había jugado, la de Wimbledon 2013 y Roland Garros 2014. El triunfar en Wimbledon era también la mejor forma de justificar la contratación de Boris Becker como su coach. Pero, más que nada, lo que Novak deseaba ardientemente era recuperar la posición No. 1 del ranking de la ATP, que le había sido usurpada por Nadal en octubre del año pasado, y el tenista serbio sabía que los puntos que ganaría al coronarse en Wimbledon lo regresarían a la cima del ranking.

Su discurso en la ceremonia de premiación reveló otras razones por las cuales se encontraba tan conmovido y al borde de las lágrimas. El jugador le confesó a la cámara que Wimbledon fue su primer torneo que vio por televisión a los cinco años de edad y que su primera profesora de tenis, Jelena Gencic, quien falleció el año pasado, siempre le insistió que este era el torneo que había que ganar. Finalmente, aunque ya lo había anunciado previamente en su cuenta de Twitter, reveló que junto con su prometida, Jelena Ristic, esperan a su primer hijo.

Para coronar este emocional momento, el comentarista de ESPN, Luis Alfredo Álvarez, resumió la situación de Roger Federer, quien cumple 33 años en unas semanas, en vista de la nueva generación de tenistas como Grigor Dimitrov y Milos Raonic que vienen empujando duro con la siguiente frase: “En cualquier momento hay que dar paso a otras cosas, agradeciendo lo que te ha dado la vida, lo que te ha dado Dios”.

¿Qué más podría uno pedir de una final de Gran Slam?

Por cierto, felicidades a ESPN por la cobertura y por incluir tomas de niños en el público que son tan importantes para promover el deporte entre este joven segmento.